Hace mucho tiempo que lo estabas soñando, tiernamente esperando, meticulosamente preparando... ¡y por fin sucedió! Este momento que marcará el resto de tu vida, que te hará crecer; revelándote habilidades inesperadas y competencias nuevas. ¡Felicidades! La respuesta a tus largas plegarias, la flor tan deseada ya ha llegado. Y a partir de ahora, habrá que ayudarle a desarrollar un sistema inmunitario resistente.
Escasas son las evoluciones que realmente han permitido cambiar el curso de la humanidad. Ha existido el fuego, la agricultura, la escritura, el internet (¿cómo hemos podido vivir tantos años sin Facebook, Amazon y el blog nutriciónequilibrada?),... y ahora los probióticos! Bueno, quizás exagero un poquito, es verdad que incluir la escritura en esta lista es cuestionable.
A no ser que hayas pasado estos últimos años en una cueva en los confines de los Pirineos, jugando al solitario y cuidando ovejas, deberías haber oído hablar de los probióticos: estos microorganismos vivos que fortalecen la flora intestinal. Recuerda, todos tenemos una flora abundante (unos 100.000 mil millones de bacterias) y beneficiosa (responsables del 60% a 70% de las defensas de nuestro cuerpo) que reside dentro de nuestro intestino. Desde el descubrimiento de estas bacterias hasta el día de hoy, ha pasado mucho tiempo, y tanto la comunidad médica como la conciencia colectiva están de acuerdo en manifestar cuales son los beneficios (inmunidad, digestión, bienestar, calidad de la piel...) de estos huéspedes liliputienses en nuestro cuerpo. En otras palabras, cuando el intestino va bien, ¡todo va bien!
Antes de nacer, el intestino del niño se considera como "estéril", pero tan pronto como aparece en la faz de la tierra y descubre la alegría de las primeras tomas de pecho, las bacterias se establecen, se desarrollan y construyen una flora residente. A medida que el niño va creciendo hasta llegar a los 2 años, la flora evoluciona gradualmente y llega a un equilibrio estable. Durante el embarazo, las circunstancias perinatales (parto natural, cesárea...), el entorno en el cuál crecerá el niño, su dieta, la toma de medicamentos (especialmente antibióticos), son factores que influirán en el desarrollo de la flora antes de que llegue, alrededor de 2-3 años, a su composición casi definitiva. De ahí la importancia, desde el nacimiento, de una suplementación con bacterias lácticas para que la flora de los niños pequeños se pueda multiplicar de manera óptima, en cantidad y diversidad de cepas.
Tras las primeras emociones sucediendo al parto y la saturación del entorno familiar en sonrisas absortas; la entrada a la guardería y al pre-escolar son momentos críticos, en los cuales la promiscuidad y la diversidad de patógenos existentes ponen a prueba las defensas inmunitarias. Para evitar el "goteo de la nariz" y los dolores de oído, mejorar el confort digestivo y actuar con eficacia sobre las diarreas, habrá que contar con un aparato digestivo potente, compuesto por varias cepas bacterianas y en grandes cantidades.
Además, si tu hijo tiene que tomar antibióticos, hay que saber que esos destruyen la flora intestinal y que si ésta se daña, la calidad de las defensas inmunitarias también se verán afectadas, creando un círculo vicioso de complicaciones recurrentes desde una corta edad.
Como se trata de una inversión para la futura salud de tu descendencia, más vale no equivocarse! Te damos los principales criterios a tener en cuenta cuando se elige un probiótico: Formato: debe ser adecuado para los más pequeños (líquido o semi-líquido) y, si es posible, facilitar la dosificación, que varía según la edad:
Olvídate de esas ansiedades, esos gritos, esas lágrimas, esas horas perdidas en la sala de espera de tu médico y de todos los medicamentos que necesitarás comprar al salir de allí! A través de probióticos específicamente diseñados para tu niño/a, desde ya puedes hacer que su salud sea más fuerte. Y créeme, tarde o temprano, te lo agradecerá!